Cualquier justificación de la psicologia educativa como ciencia se basa en dos premisas fundamentales:
a) que la naturaleza del aprendizaje en el salon de clases y los factores que influyen en él pueden identificarse con seguridad; y
b) que tal conocimiento puede lo mismo sistematizarse que transmitirse con eficacia a los aspirantes a profesore. Estas premisas, sin embargo, están en conflicto con dos proposiciones fuertemente sostenidas sobre la naturaleza de la enseñanza: primera, que el conocimiento de un tema dado confiere automaticamente la competencia necesaria para enseñarlo; y, segunda, que si la habilidad para enseñar es algo distinto del conocimiento de la materia de estudio, aquella será innata ." Los profesores nacen, no se hacen"
La experiencia cotidiana socava la valides de la primera proposición. El fenómeno del alumno muy competente que es completamente incapaz de transmitir sus conocimientos a los estudiantes es bastante familiar en la experiencia de todos; y, a la inversa , muchos alumnos poco competentes son, evidentemente, muy capaces como profesores.
La segunda proposición tiene también validez limitada. Nadie negaría que las aptitudes innatas para la enseñanza varían. Las personas difieren por lo menos en dos aspectos: en su habilidad para descubir intuitivamente o para aprender de los demás los principios válidos del aprendizaje y la enseñanza y en su destreza para poner en ejecución , con resultados favorables , tales principios. Es razonable, sin embargo, esperar que la mayoría de las personas con inteligencia normal puedan aprovechar la instrucción sistemática de proposiciones validadas lógica y empiricamente acerca de la naturaleza y facilitación de proceso de aprendizaje. Las personas menos dotadas podrán convertirse cuando menos en maestro regulares; y los que tengan más aptitudes innatas podrán desarrollar mejor sus capacidades latentes. En el plano ideal , sin embargo, el proceso
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